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Fotos y Textos: George Luis Chang
(Artículo publicado en Jara y Sedal, Noviembre 2004)

La Pesca de Agosto en Alaska

Cuando un pescador empieza a planificar un viaje a Alaska suele pensar en los meses de Junio y Julio. Es natural. Son meses de actividad frenética, de entradas masivas de salmón sockeye y también el momento ideal para pescar los enormes salmones king. Durante esta época los ríos accesibles por carretera se llenan de pescadores, a veces codo con codo, y se vive una verdadera fiesta del salmón. Sin embargo hay otra temporada que atrae al pescador tal vez más experimentado. Es el último tramo de la temporada desde mediados de agosto hasta finales de septiembre, cuando la mayoría de los Alasqueños ya han llenado sus congeladores de pescado de cara al invierno y la mayoría de los turistas ya han vuelto a casa con sus fotos grandes pescatas. Los días empiezan a ser más cortos y las mañanas cada vez más frías. Ya las entradas de salmón no son tan masivas, ni los salmones que entran son los mismos. En vez del salmon king y el sockeye, el salmón silver encabeza la oferta de pesca. Resulta ser el más explosivo de todos. Entra en menores cantidades que los sockeyes pero sin duda en concentraciones mucho mayores por ejemplo, que las de salmones atlánticos de cualquier río de Europa. Su pesca se complementa con la de grandes truchas arco iris y abundantes salvelinos dolly varden. Ésta era la temporada que escogí para el viaje de verano.

Los Salmones de Alaska

Hay cinco especies de salmón pacífico y todos están presentes en las aguas de Alaska. El salmón Chinook o King Salmón es el salmón más grande del mundo con un tamaño medio de alrededor de 25 kilos, aunque ejemplares excepcionales pueden llegar a pesar por encima de los 50 kilos. Los salmones King de mayor tamaño en el mundo son del Río Kenai, aunque algunos ríos más remotos como el Río Nushagak ofrecen salmones King de menor tamaño en mayores cantidades.

El salmón Sockeye o salmón Rojo es el más comercial de los salmones del pacífico, por las grandes cantidades que vuelven a los ríos cada año y por su apreciada y sabrosa carne roja. Este salmón tiene un peso medio de 4 a 5 kilos.

El salmón Silver o Coho (co-jo) es el más combativo de todos. Son luchadores impresionantes que deleitan al pescador con sus acrobacias. También tienen un peso medio de alrededor de los 5 kilos. Entran en los ríos de Alaska en menores cantidades, principalmente en agosto y septiembre, después de las grandes entradas de salmón rojo.

El salmón Chum, o Perro, es tal vez el salmón más feo y seguramente más difamado de todos. Hay dos explicaciones que dan los Alasqueños sobre la razón de su nombre. La primera es que su carne es tan mala que solo sirve para comida de perros y de hecho, tradicionalmente los esquimales alimentaban a sus perros de trineo con este salmón. La segunda es que después de un tiempo en agua dulce, este salmón se transforma adquiriendo unas manchas en forma de bandas multicolores y se le forma un apuntado hocico con torcidos dientes que recuerda algo al hocico de un perro pekinés. A pesar de todo, es un pez deportivo fabuloso recién entrado al río.

El salmón Rosado es el salmón de menor interés para el pescador deportivo. Este salmón, el más pequeño de todos, experimenta un rápido deterioro a partir del momento en que entra en contacto con el agua dulce. No son ni divertidos de pescar ni buenos de comer. Curiosamente en ríos como el Kenai solo hay entradas de este salmón en años pares.

Los otros peces deportivos

El Tímalo es un precioso pez de la familia de la boga. Se distingue fácilmente por su gran aleta dorsal que abierta parece una vela. Este pez es una delicia para pescar con la cola de rata ya que sube a la mosca seca sin contemplaciones. El mejor lugar para pescarlo es en los cristalinos lagos alpinos de Alaska.

El Salvelino Dolly Varden es un salmónido muy voraz que se encuentra en grandes cantidades en algunos de los ríos de Alaska. La mejor época para pescar el salvelino es en agosto y septiembre cuando se concentra entorno a los nidos de los salmones sockeye para comer las huevas. La Península del Kenai ofrece algunos lugares maravillosos para pescar salvelinos en gran número donde el tamaño medio se acerca al kilo pero son comunes especímenes de dos y tres kilos.

La Trucha Arco Iris en Alaska, es incluso más preciada que el salmón por muchos pescadores deportivos serios. En algunos ríos llega a tamaños descomunales, presentando una magnífica batalla una vez clavada con saltos de hasta dos y tres metros y largas carreras a velocidades vertiginosas.

Los lodges del Kenai

Nosotros quedamos en el Lodge de Great Alaska, el más grande y uno de los más antiguos de la Península Kenai. La parte principal del lodge consiste en varios edificios de madera de una planta en perfecta armonía con el bosque de pinos que les rodea. Está situada estratégicamente encima de una colina que se levantaba sobre una pequeña explanada al borde de las aguas verdosas del Kenai. Bajo la colina había un par de casetas, un pequeño muelle y varias barcas de motor en la orilla. A primera vista era un río imponente de unos 200 metros de ancho con fuertes corrientes. Desde lejos sus aguas algo turbias daban pocas pistas de la gran cantidad de vida piscícola que albergaban, hasta que nos acercamos y empezamos a ver los remolinos y chapoteos de numerosos salmones bañándose en las aguas más mansas, a tiro de piedra de la orilla.

 

Salvelinos incontables

Nuestro grupo dedicó un día entero de su estancia total de seis días a la pesca del dolly varden. En los meses de agosto y septiembre se concentran en las zonas de desove de los salmones para alimentarse de las huevas. Pescamos un afluente del Kenai conocido por sus grandes concentraciones de dolly varden, un precioso río de fondo de arena, con aguas de un azúl algo lechoso por los sedimentos del glaciar que le alimentaba. Variaba de entre apenas 6 ó 7 metros de ancho en algunos puntos, hasta 25 ó 30, perfectamente vadeable en su gran mayoría. Durante esta época la concentración de dolly varden en estas aguas es increíble. De cada poza salían uno tras otro. A lo largo de la jornada, entre los 5, seguramente pescamos más de 250 dolly varden de una talla media de 35 cm. con numerosos ejemplares que superaban los 50 cm con pesos de entre dos y tres kilos.

La forma más eficaz de pescar al dolly varden durante esta epoca es con «beads», (cuentas) pintadas para imitar a la perfección huevas de salmón en sus varios estados. Nosotros pescamos con unas de color naranja pintadas con esmalte blanco trasluciente. El montaje es algo extraño pero sencillo. Primero se hila un indicador de picada al sedal fijándolo con la punta de un palilloa una distancía del terminal del hilo aproximadamente el doble de la profundidad media del río a pescar. Luego se hila la cuenta al sedal fijándola de la misma forma. Al final del sedal se ata un anzuelo curvado del 14 que queda un par de centímetros por debajo de la cuenta. Al final se coloca un pequeño plomo o dos a unos 25 cm. de la cuenta y ya está listo para pescar.

Durante la jornada a menudo enganchabamos alguno de los salmones sockeyes que estaban frezando. Estos salmones, ya deformes, llevaban unas cuantas semanas en el río y estaban en plena freza en ese momento. Aún intentando evitarlos de vez en cuando enganchábamos alguno sin querer. Por la novedad de la dura batalla que presentaban y su fiero aspecto nos divertíamos con los primeros. Aunque habían perdido fuerzas y no peleaban con el mismo ímpetu de los salmones recién llegados del mar, seguían dando largas batallas por su tamano (de 4 a 6 kilos) y tozudez. Sin embargo, después de cuatro o cinco, perdían su gracia y al engancharlos solo queríamos deshacernos de ellos cuanto antes para seguir sacando dolly varden.

Tal vez el momento más emocionante de la jornada llegó al final. Yo estaba con mi hijo en una pequeña recula detrás de un árbol caído. Cuando de repente gritó «Tengo un bicho!» y le ví la caña doblada al máximo. Un instante después la vimos saltar. Era una enorme trucha arco iris elevada metro y medio por encima del agua. Empecé a gritarle «¡No la dejes meterse debajo del tronco! ¡Cuidado no tires demasiado fuerte! Que se te va! Que se te va! En ese momento la trucha se lanzó como un torpedo río abajo. Síguela! Síguela!, le grité mientras mi hijo empezaba a correr a tropezones detrás del bicho, pero había poco que hacer. Un par de segundos después había terminado todo. Allí quedaba mi hijo con cara de gran pena sollozando, mierda… mierda… Se había roto el sedal. Seguramente llegaba a los 75 centímetros.
Los Arco Iris del Upper Upper Kenai

Otro día memorable fue la jornada que pasamos pescando truchas arco iris en lo que llamaban el Upper Upper Kenai (Alto alto Kenai), el tramo de río entre dos grandes lagos en su trayectoria, el Lago Skilak y el Lago Kenai. Esta parte del río es conocida por su gran concentración de truchas arco iris. Aquí las aguas eran más claras con muchas zonas de orilla vadeables. Aunque sin duda, la mejor forma de pescarlas es bajando el río en un «drift boat» (barcas de río sin motor) y parando en los lugares más apetecibles. En todo este tramo solo autorizan permisos para 20 guías y de éstos nuestro Lodge, Great Alaska, disponía de 4.

Partimos en dos drift boats parando juntos en muchos lugares para vadear. El montaje era prácticamente igual que el de los dolly varden aunque, eso sí, con más plomo y ajustando un indicador más grande para el doble de profundidad. Nuestro guía era muy experto en el manejo de la barca, trabajando para mantenerse a la par con nuestras líneas para que tuviéramos los recorridos más largos posibles. De esta forma sacamos unas cuantas truchas antes de la primera parada.

En la primera parada trabajé cuidadosamente un buen tramo de agua a pocos metros de la orilla. Más allá de 4 ó 5 metros de la orilla las corrientes volvían muy rápidas y resultaba dificilísimo conseguir buenas derivas con el aparejo. Enseguida saqué un par de truchas «pequeñas» de entorno a los 30 cms. Pero pronto me encontré con una trucha sustancial. La mantuve a duras penas en las cercanías de la orilla, intentando evitar a toda costa que se metiera en las fuertes corrientes, hacia el centro del río. Cuando al final dicidió irse río abajo no había forma de aguantarla. Fuí corriendo como un loco por la orilla detrás de ella. Algunos minutos más tarde y unos 60 metros río abajo del punto de la clavada conseguí sacarla. Medía 66 cms. Sería la más grande de la jornada, aunque no de nuestra viaje.

Los Slinkies

Algo más tarde nos juntamos parando las dos barcas en el mismo tramo de río. En pocos minutos vimos que con sus cañas de lance, nuestros compañeros lanzaban al medio del río y clavaban una trucha tras otra. Nunca había visto un espectáculo similar con truchas salvajes. Mí hijo se dió cuenta de la ventaja de la caña de lance para la situación y abandonó su cola de rata en la barca a favor de una de éstas. Al igual que nosotros, nuestros compañeros pescaban con beads pintadas, pero como lastre utilizaban unas curiosas bolsitas de plomos que se llaman «slinkies. Son simplemente trocitos de cuerda de paracaídas rellenadas de plomitos pequeños. En las corrientes fuertes, el slinky hace discurrir el aparejo por el fondo pedregoso del río sin engancharse, al parecer reproduciendo con gran similitud la acción de una hueva natural suelta en el fondo del río.

El tamaño medio de las truchas entre 30 y 50 centímetros, según los guías era notablemente inferior a lo que se solía dar algo más tarde en la temporada. Y desde luego, la más grande no se acercaba ni de lejos a los bichos de de hasta diez y doce kilos que a veces daba el río. Sin embargo, disfrutamos como enanos con esas truchitas del Kenai.

Salmones en «la Playa»

Pasamos la última jornada pescando desde la orilla, por debajo del lodge – lo que nuestros anfitriones llamaban «la playa». Este lugar privilegiado ha sido escenario de 12 récords IGFA. Durante cientos de años había sido una zona de pesca de los nativos «Kenaitzes» que acampaban justo al otro lado del río. Esta tribu había descubierto que el lugar era una zona de descanso importante para miles de salmones, de las cuatro especies, que remontaban el Kenai todos los años. Ahora, como invitados de Great Alaska, teníamos el placer de disfrutarlo nosotros. Todas las tardes después de cenar bajábamos a probar suerte. Cada día se pescaban dos o tres desde aquí. Nuestros tres compañeros con cañas de lance ya llevaban cada uno de uno a tres sacados y pescando con cañas de lance.

Durante las primeras dos tardes pescábamos únicamente con moscas debido a unas restricciones especiales, vigentes en este lugar hasta el 15 de agosto. Mi hijo y yo pescábamos con cola de rata y los demás utilizando unos streamers montados por él con cañas de lance, plomeando mucho sus líneas para conseguir buenas lanzadas. Apartir del día 15, cambiaron a cucharillas con similar suerte.

Empecé pescando con un pequeño streamer rosado con ojos de níquel. Me contó el guía dónde había dos grandes piedras sumergidas más o menos a unos 7 metros de la orilla. No se notan en la superficie pero detrás de ellas se enfilaban los salmones. Empecé a lanzar unos metros río arriba de la zona indicada. Pescaba con una línea flotante del 8, con el bajo suficientemente lastreado como para asegurar que la mosca bajara al fondo. No empezaba a recoger hasta que no sentía el fondo. A la segunda lanzada noté la mosca parar y clavé. El agua explotaba y un enfurecido silver tomó aire. Después de un par de brincos el pez giró en un gran círculo y, a toda velocidad, se lanzó directamente hacia mí. Vino con tal ímpetu que casi subía la playa, su lomo apareciendo fuera del agua. Ya estaba el guía a mi lado con la red para atraparlo, antes de que pudiera dar la vuelta nuevamente río adentro.

Pescaría otros cuatro salmones silver más durante la mañana, cada uno parecía más enloquecido que el anterior. Todos mostraban un brillante plateado por su recién vuelta del mar. Al final de la mañana, entre los 4 habíamos pescado 15 salmones silver de entre 4 y 6 kilos y un salmón king de alrededor de siete kilos. Otros tantos se nos habían escapado.

En total durante los seis días, entre los cinco habíamos sacado unos 35 salmones (sin incluir los numerosos sockeyes pescados) y varios centenares de truchas y dolly varden. Mi hijo y yo también habíamos pescado algunos halibut en una jornada aparte de pesca en el mar. Soltamos todo lo pescado salvo 3 salmones y los halibút que les llevé a unos amigos en Anchorage. Durante la semana habíamos visto otros pescadores, pero nunca en grandes cantidades y la mayor parte del tiempo habíamos disfrutado de la pesca prácticamente solos, en unos parajes naturales bellísimos. En resumen, había sido un viaje maravilloso con mucha y varieda pesca – sin duda un viaje para repetir.

Cómo ir:

Para llegar a la Peninsula del Kenai, se vuela al Aeropuerto Internacional de Anchorage. Normalmente los vuelos de conexión llegan por la tarde o noche. Por lo tanto es aconsejable pasar al menos una noche en Anchorage antes de emprender el viaje a Kenai. Para llegar a Kenai, pueden elegir entre coger un avión o bajar en coche de alquiler. Si tienen pocos días disponibles para explorar y pescar la zona, la mejor inversión que pueden hacer es contratar el viaje que incluya alojamiento, traslados y salidas de pesca con un buen guía profesional. Sí no cuentan con un guía, deben informarse muy bien sobre las normas de pesca en la zona que vayan a pescar ya que estás son complejas y varían mucho entre distintas zonas y épocas de la

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